da Vinci Si
Cada vez que entro al quirófano me siento como en la cancha. Igual que los sábados cuando me calzo los botines y, aferrada al palo de hockey, trato de defender mi área.
En una cirugía, como en un partido, el rol de cada uno es importante. Es fundamental explotar las fortalezas, ir para adelante, transpirar la camiseta, no bajar los brazos, festejar los tantos; no abandonar en las derrotas, siempre seguir luchando, sabiendo que la práctica hace a la excelencia.
Cuando entro a un quirófano el médico me explica sobre el caso, me muestra las placas del paciente, me habla sobre sus parámetros fisiológicos. Luego localizamos la posición del tumor y es entonces cuando me imagino estudiando al contrincante.
Después de eso lo guío sobre la ubicación del robot, los instrumentos que deben utilizarse en la intervención; recordamos experiencias pasadas y buscamos la forma de nutrirnos para que el resultado sea el mejor.
Finalmente, con barbijos en lugar de protectores bucales, salimos a la cancha. Colaboro, estoy cerca y asisto permanentemente al integrante del equipo que lo necesite, convencida de que podemos lograrlo, pero sabiendo que no va a ser fácil.
Cada vez que entro al quirófano para que un paciente sea intervenido con el sistema quirúrgico da Vinci®, que permite a los médicos realizar intervenciones de una manera nunca antes experimentada, me recuerdo a los seis años, pisando la cancha de hockey por primera vez.
Observo atentamente al cirujano sentado en la consola, a unos metros del paciente, al tiempo que el sistema transduce los movimientos de su mano a los instrumentos del robot que se encuentran dentro del cuerpo.
Y, mientras tengo la visión del resto del equipo, igual que cuando defiendo el arco, me cercioro de que cada uno esté en su puesto y me emociona saber que el paciente está teniendo la cirugía con la mayor seguridad, precisión y control que un sistema robótico puede brindarle. Todo eso permite al cirujano tener la sensación de estar operando “a cielo abierto”, pero realizando incisiones mínimas, tomando los beneficios de la laparoscopía tradicional y elevándolos a un nuevo nivel de excelencia; principalmente por la destreza que logra con los instrumentos robóticos.
Cada vez que estoy en el quirófano siento la misma adrenalina que la de cada sábado, cuando el reloj da inicio al partido y el tiempo comienza a correr. Es un momento único en el que se condensa el sacrificio de los entrenamientos, la concentración puesta en el resultado, el juego en equipo, el darlo todo.
Y al final del día, nada me alegra más que haber compartido la cancha con colegas audaces con los que formamos un gran equipo para obtener la mayor victoria: la de volver a ver felices a los pacientes.