Stereotaxis®
Una cama inteligente que detectara escaras en personas postradas era el proyecto que mi amiga Karli tenía en mente cuando llegué de intercambio a Virginia, Estados Unidos, en diciembre de 2003.
“Quiero mejorar la calidad de vida de los pacientes”, recuerdo que me dijo apenas nos conocimos. Me parecía un plan demasiado ambicioso para una estudiante de 16 años, pero se trataba de un proyecto que me resultó fascinante desde el inicio.
Es por eso que durante mi estadía en Virginia la acompañé a la escuela todos los días. Curiosa, comencé a hojear sus libros sobre ingeniería biomédica. Fue entonces cuando, por primera vez, dejé atrás la idea de ser contadora y viví una experiencia inolvidable que me marcó para siempre.
Después de ver los beneficios de la tecnología aplicados a la medicina, me resultó apasionante pensar que todo lo que me gustaba sobre las matemáticas, la química y la física, podía ser utilizado para mejorar la vida de las personas.
Pasaron tres meses y llegó el día en el que se realizó la feria de ciencias de la escuela. Frente a un auditorio repleto de estudiantes y profesores, acompañé a mi amiga a la exposición del proyecto, en los dos idiomas: inglés y español. Fue una tarde muy intensa, llena de emociones, coronada con el primer premio.
Recuerdo que volví a Villegas convencida de que sería Ingeniera Biomédica.
Años más tarde, y luego de haber participado de proyectos de investigación en cardiología, tuve la oportunidad de conocer Stereotaxis. Finalmente, a todas esas innovaciones tecnológicas en pos de la salud que había estudiado en mi carrera y que parecían tan lejanas, las encontré reunidas en este equipo.
Casi como en una retrospectiva, encontré esa experiencia vivida durante la feria de ciencias reflejada en este equipo.
Pude comprobar que no existe sistema robótico más preciso y seguro para el tratamiento de arritmias, permitiendo al médico focalizarse en el paciente y dejar de lado la habilidad técnica y las maniobras del catéter, llevadas a cabo por el robot.
Después de muchos años supe que, una vez más, Albert Einstein no se equivocaba: “La realidad es el mayor sueño hecho realidad”.