VeinViewer® Vision / VeinViewer® Flex

 
Todavía recuerdo a aquel bebé dulce, de tan sólo unos pocos meses de edad, aferrado a la mano de su madre mientras la enfermera del Sanatorio Mautone intentaba punzarlo. No era la primera vez. Desde su nacimiento se la había pasado entre ambos y miradas compasivas que buscaban salvarlo. Y ahí estaba yo, admirando la fortaleza de esa mujer que junto a su hijo, luchaba por no desarmarse ante cada lágrima. Trató de consolarlo, pero no hubo caso, su llanto se hizo eco de un sufrimiento profundo, de ese que fui testigo muy pocas veces en mi vida. -A ver bebé, dame el bracito, se escuchó decir a una de las enfermeras mientras se acercaba junto a una compañera. Y él continuó llorando, fundido en un grito estremecedor, al tiempo que a su madre se le desagarraba el alma. La enfermera probó una, dos, tres veces, pero no hubo caso. Le resultaba imposible encontrarle las venas en aquel brazo pequeño y frágil. Por lo que decidí acercarme preguntándole si me dejaba ayudarla. Recuerdo que me miró sorprendida, como si mi propuesta le pareciera un delirio, pero aún así se paró a un costado sin cuestionarme demasiado. Fue entonces cuando, en pocos segundos, con la ayuda del VeinViewer® -el visualizador de venas en tiempo real-  pude iluminar sus vasos sanguíneos. Las enfermeras abrieron grandes los ojos y se miraron cómplices.

-¡Parece magia, nunca vimos nada igual!, exclamaron sorprendidas mientras se acercaban al pequeño y le colocaban la vía.

Después de eso la habitación se habitó de murmullos. Las enfermeras me quitaron el equipo de las manos y corrieron  a mostrárselo a sus colegas. Sin embargo, si hay algo de lo que no me voy a olvidar nunca, es del agradecimiento de la madre. - De no ser por vos le hubieran destrozado el brazo, me dijo entre lágrimas mientras me abrazaba fuerte, tan fuerte como el dolor que siente cada vez que ve sufrir a su hijo.